ALMOGÁVAR. Cuerpo de tropas escogidas de los antiguos ejércitos españoles. Aunque á primera vista esta palabra parece de origen árabe y algunos suponen se deriva de el muhavir (el que trae nuevas), y otros que es un compuesto del adjetivo gabar (fiero, valiente), muchos orientalistas, entre ellos Reinaud, afirman que á pesar de las minuciosas investigaciones que se han hecho acerca de esta palabra, no han logrado enlazarla con ninguna etimología árabe. En el prólogo de La Campana de Huesca de don Antonio Cánovas del Castillo, escrito por don Serafín Estébanez Calderón (el Solitario), en vista de-los datos que figuran en las obras de Montaner, Desclot, Biancas, Zurita y otros historiadores, se hace de los terribles almogávares la siguiente descripción: «De estatura aventajada, alcanzando grandes fuerzas, bien conformados de miembros, sin más carnes que las convenientes para trabar y dar juego aquella: máquina colosal, y por lo mismo ágil y ligero por extremo, curtido a todo trabajo y fatiga, rápido en la marcha, firme en la pelea, despreciador de la vida propia, y así señor despiadado de las ajenas, confiado en su esfuerzo personal y en su valor, y por lo mismo queriendo combatir al enemigo de cerca y brazo a brazo para satisfacer más fácilmente su venganza, complaciéndose en herir y matar. Su ferocidad guerrera eclipsaba la idea del falangista griego y el legionario romano; superándoles en el gesto feroz enmarcado en el revuelto cabello, sus acerados músculos se enroscaban en brazos y pechos como sierpes de Laoconte, y en su traje se unía la rusticidad goda a la dureza de los siglos medios.
Cubrían su cabeza con una red de hierro que bajaba en forma de sayo como las antiguas capelinas, prestándoles 1a defensa que a los demás ofrecían el casco, la coraza y las grevas; envolvían los pies en abarcas, y pieles de fieras les servían de antiparas en las piernas. No llevaban escudo ni adarga, limitándose a la espada, pendiente de rústica correa que bajaba del hombro ó sujeta al talle por ancho talabarte, y un pequeño chuzo semejante al usado por los alféreces del siglo XVI. Iban provistos de dos ó tres dardos ó azconas que arrojaban tan pujante y certeramente que atravesaban escudos y armaduras de parte á parte. El campo les prestaba hierbas y agua, y su único menester era el pan, que guardaban en el zurrón ó esquero puesto a la espalda. Su vestido, en todo tiempo, era una camisa corta y una ropilla de pieles; vivían más en los desiertos que en poblado; dormían sobre el suelo y, curtidos en la fatiga y1as privaciones, tenían singular gallardía y ligereza. Nada era imposible a tales soldados, que hacían continua guerra a los moros enriqueciéndose con el botín de la conquista, y para quienes era obra de pocas horas1a más larga jornada, cosa corriente vadear un río, escalar ásperas pendientes y llegar silenciosos cerca del enemigo para hacer más horrible su alarido al caer sobre los sorprendidos en certísimos saltos é interpresas, azotando el hierro contra el hierro ó contra el suelo al grito implacable de: ¡Desperta ferro!» Cuando los almogávares formaban parte de un ejército, estaban encargados del servicio de exploración en la vanguardia y en los flancos, cubriendo sus movimientos; generalmente combatían á pie y en orden abierto, pero podían servirse del caballo del enemigo vencido y peleaban en orden cerrado cuando era menester, reuniéndose rápidamente y formando masas capaces de resistir el ímpetu de la caballería árabe. En Castilla hubo también almogávares a caballo, que tenían condición más elevada que los de a pie. Según la Partida II, título XXII, 1ey 6.ª, la jerarquía militar de los almogávares era la siguiente: El almogávar sencillo, llamado también peón (voces que se confundieron en Castilla), podía elevarse al grado de capitán ó almocadén (V. esta palabra); de almocadén se pasaba á almogávar de a caballo, y de este grado al de adalid (V. esta palabra). Muchas son las opiniones que se han sustentado sobre el origen de los almogávares, y si bien algunos, como Paquimerio y Moncada, los hacen venir de los ávaros, pueblo que contribuyó á la destrucción del Imperio romano, y otros los suponen oriundos de las montañas de Aragón y Cataluña, la opinión más generalizada, basada en hechos, deduce que los almogávares no formaron un cuerpo de nación distinto de los demás soldados españoles; de ser así, era regular que tuvieran por asiento pueblos y comarcas determinados, y que sus nombres y apellidos guardaran consonancia con la lengua de sus antepasados; y Montaner, Desclot, Zurita y otros autores citan los nombres de muchos almogávares de los que aparece todo lo contrario: el capitán almogávar que Calabria sorprendió a los de Alenson era de Tárrega; Montaner cita 20 que eran de Segorbe, y otros autores afirman que muchos de ellos procedían de todas las regiones de la Península, incluso muzárabes, principalmente los que vinieron de los confines del reino de Granada, después de la expedición de don Alfonso el Batallador, que se trajo unos 12.000, que el monarca desparramó por varias ciudades como Calatayud, Borja, etc. Estos y sus hijos dieron gran contingente a los almogávares, reclutándose también muchos entre los aventureros de las ciudades y aun entre los mismos árabes, sin que por esto dejaran de figurar entre sus filas muchos castellanos. En las montañas de Asturias y Galicia se reclutaron compañías enteras que iban a tener frontera en los puertos del Muradal (Sierra Morena). Según Desclot, estas compañías tomaban el nombre de Golfines, y en su mayoría eran hidalgos, que por no tener bastante hacienda para vivir según su estado, ó por haberla jugado ó despilfarrado, ó bien por algún delito que les obligaba a ausentarse de su país, se alistaban en aquellas tropas y se iban a las fronteras a luchar con los moros, en espera del botín que les prometía fortuna y bienandanza, pues es de notar que los almogávares, por lo general, no percibían sueldo del erario público. Social y políticamente hablando, estos soldados desempeñaron, junto con los gremios y burgueses de las ciudades, importante papel, sosteniendo la autoridad real para poner a raya primero, combatir después y dominar al fin las demasías y arrogancias de los nobles y ricos hombres, árbitros de la soberanía real y tiranos de los pueblos. Las hazañas de los almogávares llenan la historia; sus heroicidades parecerían fabulosas é imposibles de realizar, si tanto en las obras antiguas de historia como en las modernas no se refirieran: Amori, Buchoz y otros en nuestros tiempos estudian los hechos de estos soldados en Cataluña, en las fronteras de los árabes, en Sicilia, en Italia y en Oriente, y confirman plenamente sus cualidades y ardimiento, no superados ni igualados por otros soldados de ejército alguno.
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